Albania me recordó a un personaje benefactor de la historia.
- Sissi Arencibia
- 15 may
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Nene Tereza es el mimo con el que los albaneses recuerdan a ese personaje de la historia que el mundo bautizó como Madre Teresa, por su significativa vocación religiosa y ese peregrinar misionero en favor de los necesitados.
Para ellos siempre será Anjezë Gonxhe, que significa capullo de rosa o pequeña flor en albanés, porque esa mujer del siglo XX pertenecía en sangre y origen a este país, al cual me acercaba dentro de mi extenso recorrido por los Balcanes.

No podía menos que detenerme e iniciar el relato hablando de la mujer que portaba un sari blanco de algodón decorado con bordes azules y que se definía a sí misma como una monja libre cubierta con la pobreza de la cruz.
El mundo la conoció como Santa Madre Teresa de Calcuta por sus esfuerzos humanitarios en favor de los pobres y marginados dentro y fuera de las fronteras indias, con más de 500 misiones en unos cien países.

Delante de una imagen que la recuerda en la catedral de San Pablo de Tirana –la capital de Albania- agradecí como tantas veces la suerte de mis pasos y bendije que esa feliz coincidencia me diera la inspiración para escribir sobre este destino.
En ese recinto de aspecto moderno hice un alto para entender la vida de esa benefactora -Premio Nobel de la Paz- que yo ligaba en mi mente con la India, donde tuvo su mayor incidencia, fundó la Congregación de misioneras de la Caridad y recibió el más alto galardón civil otorgado por ese país en reconocimiento a su labor.

La Madre Teresa nació en estas tierras y con eso en mente recorrí la ciudad con la bandera del águila bicéfala, perteneciente a la septima nación que comprendió mi periplo por el perímetro balcánico.
Como muchas en este lugar, Albania estuvo bajo el control romano y bizantino, hasta las migraciones eslavas del siglo VII d.c. En el siglo IX se integró al imperio búlgaro y luego permaneció bajo la dominación otomana y serbia hasta que se declara independiente en 1912.

Se le considera el país más aislado y hermético del continente. Desde la propia perspectiva de sus habitantes, “vivió bajo un sistema radical y abrumador que dictó las reglas entre la década de los años 1940 y los 80”.
Viajar a ella estaba restringido en ese tiempo, pero en las condiciones actuales ofrece una apertura diferente, según el propio guía local. “Cada vez más gente viene y existe un interés de mejorar la calidad de vida y abrirse al turismo”.

La paranoia en que vivía el gobierno de entonces nos hacía creer que la nación sería invadida por las potencias, comentó.
Eso explica la construcción de más de 173 mil bunkers en todo el país, de los cuales algunos se pueden visitar.
Ver los bunkers por toda la ciudad impresiona a más de uno. Su presencia es para muchos como volver a vivir las etapas de guerra fría, es como sentir que el país puede ser atacado en cualquier momento.

Entrar a ellos da una sensación de intranquilidad, pues algunos tienen más de 200 compartimentos, donde te encuentras las cosas tal cual estaban en aquel tiempo.
Según fuentes históricas, en Albania se planeó construir 220 mil de ellos, uno por cada 11 residentes. Finalmente la cifra quedó en poco más de 173 mil, a un ritmo de 21 mil construidos cada año.

Fueron diseñados con varias puertas de hormigón para que la gente pasara largos períodos de tiempo, totalmente aislada del exterior. Algunos con todo tipo de comodidades, entre restaurantes, cines, teatros y varios pisos.
Hoy, la mayoría está abandonado, sin que se pueda cuantificar con exactitud el gasto que llevó construirlos. La mayor parte del presupuesto del país se iba en eso. Por suerte, en el presente se intenta dejar ese pasado, que dejó marcas en la gente y en la fisonomía de la capital.

Lo mejor que hacer en Tirana es caminar sin rumbo hasta llegar a la plaza Skanderbeg, donde se concentra el 60 por ciento de lo más significativo de la ciudad.
Allí está la mezquita, la Torre del reloj, la Opera, el Museo Histórico Nacional, el Banco Nacional y el Ayuntamiento.
Un espacio gigante, rodeado de edificios modernos, históricos y otros de la época socialista y, en medio, la estatua ecuestre de Skanderbeg, un líder albanés que luchó contra el imperio otomano.

Sobresale el mosaico de la fachada del museo, un edificio de unos 18 mil metros cuadrados que alberga la historia del país, desde el paleolítico, pasando por la Edad Media, la época comunista y una sala especial dedicada a la madre Teresa.
A unos metros de allí la fortaleza de Justiniano ofrece una vista singular. Se trata de unas ruinas del castillo bizantino del siglo XIII, una muralla con cuatro puertas que alberga en su interior espacios de tiendas, restaurantes, bares de los más recomendables para visitar.

La pirámide de Tirana, levantada al igual que el búnker, es una construcción casi inservible de la capital de Albania, un país pequeño y secular, con muchas influencias, sin religión oficial y una población que ronda los 2,8 millones de habitantes.
Aunque un 59 por ciento de personas profesan el islam, se reconoce la libertad de culto y puedes encontrar gastronómicamente hablando la carne de cerdo en los comercios.

Puedes pedir unas costillas al grill o unos cevapcici, un plato a base de carne picada que se encuentra por regla general en las cocinas de los Balcanes.

Sissita.Qué importante lo que cuentas de Albania.
Sobretodo lo de la madre Teresa de Calcuta. Desconocía sus cientos de misiones alrededor del mundo .
Algo que me me impresionó fueron la cantidad de bunkers existentes en el país y cómo estaban estructurados.
Aprendo mucho de tus relatos. Felicidades.