Las calabacitas de Halloween me llevaron nuevamente a Irlanda.
- Sissi Arencibia

- 30 oct
- 4 Min. de lectura

Siempre que veo las calabacitas de otoño recuerdo mi paso por Irlanda, ese pequeñito país que gira en torno a la cultura celta, al paso de las estaciones, al conocimiento de los solsticios y equinoccios, y al calendario que marca el ciclo agrícola.
Pese a ser tan diminuto en el mapa, está lleno de tradiciones, como la que dio pie a lo que hoy se conoce como halloween.

Para ese mundo prehistórico y rural, esa época de finales de octubre marcaba el fin de la luz y por ende de la cosecha. Y en esa estación las familias se juntaban alrededor del fuego a contar historias.
Los días eran cada vez más oscuros para los celtas que habitaban lo que es hoy Irlanda, Reino Unido y el noroeste de Francia. Recordar a los antepasados era parte de aquellas jornadas en torno al caldero que colgaba en cada uno de sus espacios.

Esa huella viene de ahí, de los inviernos larguísimos, de los intensos fríos. Por eso los relatos y la música fueron pilares de su civilización. La narrativa y contar historias, la manera de conservar la memoria histórica.
Halloween recuerda a los muertos. Su origen viene de festividades celtas del Samhain, unas tradiciones en que se celebraba el año nuevo y que fueron llevadas por los irlandeses en el siglo XIX a Estados Unidos.
Los celtas creían que en esa noche los espíritus de los muertos regresaban al mundo de los vivos, haciendo que la línea entre ambos mundos se hiciera más delgada.

Eran de la idea que en la estación de la oscuridad esa línea se debilitaba y el mundo terrenal era cruzado por espíritus que vagaban libremente.
Para protegerse de ellos o para confundirlos, usaban disfraces, a menudo hechos con pieles de animales. Dejaban comida y bebida fuera de sus casas como ofrendas.

Hoy día la celebración evolucionó y se adaptó a diferentes culturas, pero sus raíces vienen de ese pueblo, estructurado en una sociedad de druidas y agricultores, forjadores de la impronta de la cultura irlandesa.

Los druidas eran la memoria de todo cuanto acontecía. Conocían los espíritus, los secretos de las plantas, la ley, el juicio y la curación. Eran personajes con una sabiduría infinita y grandes poderes terrenales.
Toda su condición histórica y su mirada del mundo fue transmitida a través de la oralidad. Ellos creían en el poder de la palabra y lo entendían. Creo que, como en ningún otro pueblo, en Irlanda, el arte de la narrativa y la poesía es exquisitamente apreciado.

Los celtas fueron contemporáneos de los romanos y los griegos. No tenían escritura, porque no creían en ella. La narrativa fue su esencia y la tradición oral la manera de transmitir su cultura y civilización.
Esa mirada del mundo es la base de donde parte Halloween, que marcaba en aquel entonces el fin de un año y el comienzo del siguiente, con el inicio de las estaciones más frías y oscuras en el hemisferio norte.

Reunidos en torno a la hoguera y por espacio de tres días, las comunidades célticas del siglo IX organizaban una de las fiestas más importantes del calendario anual, marcada por la transición de la mitad más luminosa a la más oscura.
Samhain era el acontecimiento más significativo de cuantos tenían lugar en su mundo, marcado por la creencia en diferentes deidades, cuyo mundo se hacía visible para la humanidad durante estas fechas.

De acuerdo con la enciclopedia histórica, los festejos de la cosecha eran acompañados de banquetes con abundante comida y alcohol. Devienen de un período lleno de peligros, supersticiones y episodios sobrenaturales.

Las calabazas distinguen hoy esa festividad, porque en la estación de otoño, es de lo poco que acepta la tierra para que se plante en ella. Las estaciones otoñales son épocas donde la tierra descansa para enfrentar el invierno crudo.
Cuando hago esta semblanza recuerdo con cariño al guía que me dio la explicación de Halloween, pero también el país que con tanta gracia se ocupó de explicar para que nos lleváramos una idea cabal de un destino lleno de magia.

De su mano y con su verbo nos hizo parte de un mundo de esencia celta, donde casi todo lo que podamos narrar entronca con la leyenda. Un lugar donde el espíritu de las hadas y los duendes ronda por entre sus prados verdes.
A pesar de la dureza de la historia y los dolores del pasado, los irlandeses cambiaron su destino. Sin importar que tan adverso y duro haya sido a lo largo de los siglos, ellos supieron rescatar las tradiciones.

La de Halloween es una de ellas.
Viene de esos tiempos míticos donde florecieron sus antiguas religiones, fundidas en la fuerza de la naturaleza y los llamados espíritus del bosque que reinaron durante milenios en Europa antes de la llegada del Cristianismo.

Ese bosque encantado lleno de criaturas, de espíritus del agua y del viento, donde están los duendes y todo tipo de antiguas espiritualidades, pertenece al mundo celta y esa es la esencia de Irlanda.




Qué linda historia la de Irlanda y halloween 🎃 Sissita. Créeme que hoy es que sé por tu relato bien explicado, el significado de ellos, porque a pesar de vivir hace unos cuantos años aquí sólo conocía de brujas y terror y por eso no lo compartía mucho..
Gracias por darnos tanto conocimiento e ilustrarnos con sus lindas fotos.
Felicidades!!!!!