Meteoras es esa tierra sagrada que alberga monasterios en lo alto de las rocas.
- Sissi Arencibia
- 3 jul
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En los últimos tramos de la ruta por los Balcanes me acerqué al norte de Grecia para visitar unos monasterios habitados desde el siglo XIV que están como suspendidos del cielo o en los aires y que son conocidos como Meteoras.
Hay seis de ellos con acceso hoy día y se consideran un referente del monacato ortodoxo griego y una de las fuertes atracciones de la parte norte de ese país, que yo moría por pisar desde que tengo conciencia.

Los recintos cristianos están como suspendidos en el aire y se integran a una sugerente perspectiva, que se deja ver a unos 600 metros de altura en lo alto de las cumbres rocosas, casi siempre resguardadas por un cielo azul de postal.
Son curiosos, bellos y están rodeados de una sorprendente historia toda vez que se dice que esas montañas fueron elegidas para poder estar más cerca de Dios, además de ser un refugio infranqueable contra los invasores.

Meteora es un lugar sagrado y una misteriosa ciudad con más de mil rocas en la parte oeste de la región de Tesalia. Toda descripción es insuficiente, porque esas enormes rocas parecen haber sido creadas para osados ascetas que buscaban paz espiritual en un lugar único.

Tocó que me acercara en medio de la lluvia y la espesa bruma, para que yo sintiera algo diferente en ese camino por la Tesalia que guarda esas construcciones auténticas sobre masas rocosas grises, protegidas desde los años 80 por el Patrimonio de la UNESCO.
Me sentí por los aires mientras el bus sorteaba los desfiladeros por entre aquella blancura que no dejaba ver el camino y me costaba creer que subieran materiales hasta esas alturas para poder construir en aquellos tiempos.

También pensaba en el proceso geológico que había dado lugar a semejantes pináculos y a las originales concepciones sobre ellos, que hoy retan a la gravedad y son un potente reclamo del turismo en Grecia.
Talladas bajo la acción de la erosión y los terremotos, esas formaciones de arenisca y conglomerado serian -según los antiguos escritos cristianos- "las rocas enviadas por el cielo a la tierra para permitir a los griegos retirarse y rezar".

Sobre “las rocas creadas por Dios”, como ellos las nombran, se construyeron poco más de 20 ermitas y monasterios, los cuales se dotaron de frescos bizantinos y reliquias con el paso del tiempo.
Datan del siglo XIV y se concibieron en un tiempo en que la vida monástica en las alturas se volvió una necesidad por los ataques invasores al país.

Para ellos, la fuerza motriz que contribuyó a ese milagro sobre las ásperas rocas fue el amor a Dios y la práctica monacal.
Las cuevas de Meteora fueron habitadas de manera continuada hace miles de años. La vida en la roca se remonta a muchos siglos atrás.
Según fuentes, las primeras evidencias de ocupación humana tras la prehistoria se registraron en el siglo IX, cuando un grupo de monjes ascetas se trasladó a las históricas cumbres para habitar en pequeños huecos y fisuras de ellas.

Ello permitió que los monjes llevaran una vida completamente aislada y solitaria, hasta que a comienzos del siglo XI habitaron en el interior de las cuevas de Meteora.
Desde allí fue fraguado tiempo después la construcción de los espacios sagrados.
El acceso era muy complicado. Para superar el desnivel era necesario emplear escaleras de mano y cuerdas, usando sistemas de tornos y poleas para subir materiales, víveres y personas que se veían colgando sobre el abismo.

Los accesos se facilitaron hasta 1920, cuando se esculpieron escaleras en la roca y se construyeron puentes de conexión.
Con el paso de los siglos los monasterios de Meteora fueron refugio de multitud de monjes, encrucijadas de fe y de cultura, tesorerías de los valores y virtudes del espíritu ortodoxo griego. Las tradiciones de la nación fueron custodiadas allí.

Todos desafían las alturas desde esas enormes masas rocosas que un día, hace millones de años, fueron parte del fondo marino.
Yo subí al de San Esteban, al que se accede a través de un puente y el más accesible de todos. El tiempo no permitía otra cosa. Allí está la iglesia antigua para el uso de las monjas y la iglesia nueva, de San Jerónimo, de 1798.

Fue construido en la parte sureste de las rocas del lugar y se encuentra a una altura de 528 metros. Su fundador descendía de una familia bizantina y su iglesia sigue el estilo arquitectónico de las construcciones del Monte Athos.
La sacristía del monasterio que se encuentra en el antiguo altar posee un espacio para manuscritos artísticos, importantes libros antiguos, cruces de oro y plata, utensilios sagrados y un epitafio bordado con oro e íconos.

Allí se encuentran 154 códices manuscritos y alrededor de 800 libros antiguos.
Habitado por monjes y monjas, quienes se hicieron cargo de su restauración tras los efectos de las guerras, los seis recintos se concentran en un tramo de ocho kilómetros, a los cuales se puede acceder a través de una carretera que los comunica.
Meteora es para ellos una tierra sagrada, un lugar único, creado y guardado por Dios y donde están bendecidas las rocas, las cuevas, los precipicios, ya que por ellas caminaron grupos de santos ascetas.
Para esas hermandades monásticas, las rocas tienen mucho que decir y siempre habrá que contar de ellas.
Y eso aquellas columnas rocosas me lo confirmaron, cuando al siguiente día el cielo amaneció despejado para que yo me fuera de Meteora con la imagen de su grandeza y singularidad.

Excelente presentación, simple , fácil d entender y muy completa , todo un espectáculo increible de paisajes. Visitar este lugar debe ser una d tus experiencias inolvidables , parece un lugar d ciencia ficción. Asombrada de ver tanta belleza , a través , de tu espectacular trabajo con mucha carga histórica y una belleza q nos deja sin palabras .