Considerar que hay un tiempo divino me hizo recuperar la luz.
- Sissi Arencibia
- 5 dic 2024
- 4 Min. de lectura

Con los años comprobé que eso que roba tu atención es lo que mereces y hará de ti un ser distinto. No considerarlo, puede acarrear desvaríos o traerte a las vueltas, hasta que termines por comprenderlo.
Moverse hacia eso que se quiere tiene que ver con la energía del infinito. En ocasiones, con ser la oveja negra, con la voluntad de ser genuino y honesto con las intenciones y hasta con la capacidad de rebelarse con el orden establecido.

En mi camino personal tuve que romper el molde en ocasiones y abrirme a la idea de que estaba protegida por una voluntad mayor. Me moví porque eso es lo que la vida pedía de mí y tomé importantes decisiones en cuanto al trabajo y a todo lo demás.
Sabía lo que quería y lo que debía hacer para lograrlo. Tenía la determinación suficiente para conseguirlo y la fuerza necesaria para conservarlo después.
Aproveché que el universo me daba luz, inspiración y energía para hacer el cambio que quería y por muy angosta que fuera la senda, cuando algo se venía abajo, siempre tenía la oportunidad de esquivar ataques y sentirme bajo la protección de Dios.

Pienso en eso algunas veces y termino con la sensación de que había algo que me rescataba en todo momento.
Una balanza se inclinaba o tal vez mi perspectiva. No sé. No importa cuántas veces se abría un hoyo en el camino, Dios me daba las fuerzas para atravesarlo. Él no me quitaba la montaña, me daba la resistencia para llegar del otro lado.

Hoy doy gracias, porque no pensé llegar tan lejos, aunque soñaba con eso siempre. Hubo momentos de tempestad alrededor, pero con el tiempo aprendí a estar en paz. Hasta consideré la posibilidad de crear armonía en momentos de dificultad.
El camino me preparó. Muchas veces me colocó en el ojo del huracán para impulsarme, para que hiciera la diferencia. Me dio luz, enfoque para sortear los vendavales y hacer los cambios que requería y con ellos poder influir a otros.
Aún en medio del caos, trabajé por los cambios para sanar y transmutar. Al vibrar en toda esa sintonía, en medio de la luz y la sombra, pude valorarlos y distinguirlos de mejor manera.
Para avanzar, me aferré a lo que sabía y dejé a un lado las preguntas que me faltaban por resolver. Me agarré de lo logrado y dejé en pausa lo que estaba en mi lista de pendientes. Eso, para terminar convencida de la necesidad de recorrer un camino largo para entender.

Aprendí que hay un tiempo divino y que no está en nuestras manos resolver las cosas en un momento dado. Supe lo que significaba fluir.
Y con esa convicción fui recuperando la luz, fui nutriéndome de buena energía. Cada día con mayor capacidad de mantener el paso y el ritmo hasta ser congruente con esa alta vibración que me llevó a romper con tendencias que hasta ese entonces me parecían correctas.
A veces temía no gustar a los demás, sentía que su aprobación era importante y todo lo que hacía y decía estaba conectado al miedo que llevaba conmigo. A ese que alguna vez le dejé impedirme saber quién era yo en realidad.

Con el tiempo aprendí a ser controversial, a mantener firme mi voz, mis convicciones, a defender mis anhelos y mi integridad. Después vi que era la manera en que los demás sintieran consonancia con mi batalla, con mi luz.
Entendí que no importaba ser blanco de críticas, ni tener opiniones diferentes. Tampoco quien cruzara caminos conmigo, porque cuando uno dicta su verdad obliga a los demás a que enfrenten las suyas. Es el mundo frente a tu energía, a tu intensidad.

La explosión de mi mundo interior, me llevó a marcar la diferencia, a tomar riesgos, a entender la magia.
Y con el tiempo también a prodigarme mucho amor, porque de otra manera no sería feliz.
El camino me hizo sentir la importancia de ser la heroína de mi cuento, me hizo encargarme de mis pasiones y de todo aquello con lo que vibraba.

Me hizo ver que esa energía plutónica con la que vine al mundo terminaría haciendo de mí un ser intenso, con sentimientos reveladores, con capacidad de ver luz y belleza hasta en lugares tristes y destructivos.
Mi Planeta era igual al del Principito: había hierbas buenas y malas, también semillas que germinaban de acuerdo con los pensamientos positivos o negativos de nuestra mente, que terminan por esconderse en el inconsciente, y emergen de vez en cuando.
Solo era cuestión de estar vigilante. Aunque no podamos controlar los que emergen hacia nosotros y hacia los demás; si tenemos control sobre aquellos que decidimos regar.

Cuando mi jardín es hermoso, decía, mi vida es hermosa. Y esa era una verdad mayúscula.
También la de mirar aquello a lo que se le ha estado dedicando tiempo a ver si está en consonancia con lo que realmente se quiere de la vida.
El secreto de ese libro no podía ser más simple: “sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible para los ojos”. Lo que hace importante a tu rosa es el tiempo que le has dedicado a ella.
Prestar atención a nuestro interior es la única manera de poder garantizar ser guiados por una voz mucho más sabia hacia dónde vamos a encontrar el alimento que nutre nuestra alma.
Si podemos darle un guiño a lo que ella necesita, entonces caminamos por senderos mucho más ciertos y seguros.

Separar lo bueno q nos da plenitud y nos enseña a valorarnos como personas d todo lo que trata de ensombrecer nuestro bienestar, es una habilidad q no todos logran. Saber mirar al corazón como has hecho, te da el valor como persona q te has ganado , el talento del q gozas y de la felicidad familiar q disfrutas .