Cuando caminas en fe, sabes lo que es gracia y lo que es verdad.

Una vez que reconocí estar conectada a la energía de la creación, que soy parte de ella y que es parte de mí, me sentí en total libertad.

Comprender esto, que nada tiene que ver con contextos religiosos y si con la espiritualidad y el poder de la gracia, ha marcado una gran diferencia. Me permite vivir confiada en la manifestación del propósito.

Estar en armonía con el lado espiritual me hizo más humana y presente. Me llevó a cambiar la manera en que me percibía a mí misma y a los demás, y a entender lo que encierra el ser uno con la vida.

Fue un gran paso concientizar que soy más que cuerpo y mente, que no hay ningún significado real de la vida si no existe el componente espiritual, porque esa palabra es la esencia de lo que somos.

Cuando miré con ojos renovados esa realidad, aprendí a fluir con la vida, me apegué a la simpleza de las cosas. Dejé de molestarme y fui más consciente del poder de la luz y de las increíbles repercusiones de la gracia.

Todos hemos tenido nuestra porción de lecciones de vida. Qué tanto aprendes de ellas depende de uno, pero todas están diseñadas para que conozcas más de ti, para que te acerques más a quien eres. De eso se trata el viaje de la vida.

Y cuando has caminado en fe por ese pasto, que en ocasiones se vuelve un terreno agreste, sabes, más allá de lecciones y evaluaciones moralistas, lo que es gracia y lo que es verdad.

Es en ese trillo donde tu corazón se pone en silencio y topas con ese quieto susurro del espíritu que te conmina a caminar paso a paso. Hay una fuerza que camina contigo y te hace sentir que no estás sola.

Una presencia que sana las incoherencias y fracturas de tu alma y de un modo inexplicable te recuerda que no se irá de tu lado hasta que termine la obra que vino a hacer contigo.

Y con eso es suficiente. No importa que ores más o menos, tampoco que seas un experto en teología. Nada de eso cambia tu identidad, porque él te deja pertenecer mucho antes de creer.

Llegar a ese punto no requiere ninguna creencia en particular, solo ver a Dios como él nos ve. La gracia sobrepasa el sistema de evaluación de los hombres y el orgullo de quienes piensan que solo ellos tienen el favor de Dios.

Cada día, a modo de brisa fresca, recibo la palabra de un orador comprometido con la libertad del evangelio.

Me gusta, porque es diferente y con principios sencillos sostiene el argumento del apóstol Pablo de “que la vida cristiana comienza con la obra del espíritu y finaliza con ella”.

Lo escucho con total libertad y de tanto en tanto sus reflexiones me conmueven, porque lo que él ve en la escritura es la gracia de Dios y su mensaje por excelencia.

Sus ojos no están viciados por la religión. Al igual que el misionero de las escrituras él tampoco cree que sea a través de los esfuerzos humanos como se consiga el amor de Dios, ni cree en los sacrificios para agradarle.

Para él la gracia sobrepasa todo eso, porque ella no se distrae con la doctrina, ni se olvida de la gente. “Las doctrinas tratan la conducta, no el corazón”.

Él nos amó antes de que obedezcamos, incluso cuando no nos sentimos amados, cuando nuestra vida es un desastre, refuerza siempre. Nadie puede ser tu juez, nadie te dirá lo que tienes que hacer, cuando te centras en él.

Y justo por esa palabra tan poderosa y verdadera, hoy voy adonde me lleva el espíritu y me conecto más que nunca a mi universo interior. Estoy apegada a su plan y a su tiempo, y percibo la gracia de muchas formas que no sabría explicar.

El primer paso de un gran cambio se da cuando depositas luz en eso, cuando te dedicas conscientemente a tu cosecha personal y vas recuperando la energía de a poco. Cuando te desconectas de ciclos pesados, por así decirlo, y aprendes a valorar las cosas simples.

No importa si cambió la asignación en tu vida, pues en cierto momento del camino el llamado cambia. Los papeles y el escenario también. Pero, cuando eso sucede comprendes mejor que nunca que el alejamiento de la multitud no significa el alejamiento de Dios.

Entiendes que él te quiere usar desde otro lugar. Hay fe en ti, creencia, gracia, y sientes que vas protegida en esto. Eres parte de un plan mayor y ya no dejas que lo negativo te atrape. Te mantienes a un ladito del caos y aprendes a disfrutar tu vida con orden.

Esa gran conexión con el proceso es lo que me lleva a reconfigurar el esquema de vida y a permitir que algo más fuerte me lleve de la mano cada día, me evite las distracciones y me traiga de vuelta al tejido de mi realidad, cuando me alejo.

Y en ese andar hay ayuda, señales, conexiones de poder, alineación mental y hasta formas más estimulantes de gestionar la abundancia.

Al sostener tu propia energía y que esta no permanezca anclada a lo material, aceptas lo cambiante y confías más en lo que se está creando internamente.

Sientes muy dentro que ese tejer te puede llevar a conectar con personas con el alma despierta, que fluyen en aspectos más profundos. Pero también a planos muy valiosos, donde posiblemente terminarás produciendo a través de otras vidas.

Y esa gestión personal es un jardín que florece. Es un universo propio que puede convertirse en un gran proyecto, una gran idea o una red de enlace. Es como si tuvieras muchos cables para conectar con otros.

Cultivarlo es un ritual igual al de la siembra. El que puede observar ese proceso y verlo materializado luego es porque sabe adónde va, es porque el espíritu lo llevó a cambiar su realidad. Y ese es un viaje en que vale la pena embarcarse.