Decidí que también haría mío el deseo de dejar una huella.

Si un consejo me ha valido para la vida es el de mantenerme enfocada. Lo escuché de alguien que supo encontrar su norte; de un amante de la vida que se perdió muchas veces, pero supo resistir, aguantar los golpes y levantarse todas las veces que la vida lo tiró.

En ocasiones las cosas valederas llegan de quienes menos esperas y en momentos cruciales del camino. Pero, esas palabras marcaron la manera de continuar imaginando historias y de hacer de este blog una especie de vocación y servicio.

Con el tiempo me di cuenta del valor de ese consejo, el cual tenía detrás una persona capaz de hacer mucho, de apostar por el mejoramiento humano y confiar en su granito de arena como condición para que las cosas funcionaran mejor.

De esa especie de guía aprendí la importancia de dejar un legado, una huella personal de que estuvimos en este plan. Una pequeña marca en un mundo que va acelerado, pero que en el fondo aprecia lo genuino y aborrece la falta de autenticidad.

Fue escuchándolo como me aseguré de hacer las cosas con el corazón porque lo que no nace ahí, decía, se disuelve como arena entre los dedos. También de seguir un llamado legítimo, sin que el motor de esa entrega se base en la búsqueda del éxito, porque este puede resultar esquivo.

Decidí que también haría mío ese deseo, porque me parecía humano y real, y recordaba la eterna filosofía del enfoque. Esa de dar un paso a la vez, de preocuparte por la forma en que vives y no por la manera en que morirás.

De manera que mantenerme con la vista puesta en el objetivo me llevó a conquistar mi reino, a entender lo que pasaba en mi mundo, a comprender la necesidad de expresión de mi alma y, finalmente, a manifestar todo aquello que brotaba de mí.

La vida me llevó a mutar y a cambiar de piel en ocasiones, pero a pesar de los días grises seguí caminando.

En todo ese andar supe que hay esencias y convicciones que no se tocan. Intentar ser genuino es una de ellas, apegarte a lo que crees es tu norte, también lo es.

Hoy soy consciente de que todos tenemos un llamado y esa visión, aunque sea a largo plazo, debe permanecer en nosotros. El enfoque debe ser consistente para poder atravesar situaciones, incluso fallidas, que se presentan en el camino.

El trayecto me hizo ver la importancia de escribir y hasta de reescribir mi destino, porque lo que yo quería encontrar estaba fuera de la tranquilidad de casa. Incluso, más allá del océano.

Por eso intento hacer de mi relato una historia de posibilidades infinitas. Eso ha sido la vida para mí: un libro para escribir, donde yo sostengo la pluma.

Buscar mi verdad me llevó a recorrer el mundo, a intercambiar con gente de otras culturas. Hizo que me concentrara en mi verdadero objetivo, en el propósito, y esa es una arena que mueve fuerza, potencial y magia.

Antes no lo veía, pero el que no lo pudiera ver no significaba que esa realidad dejara de estar ahí, esperando mi mirada.

Todo lo que entrego hoy en este blog tiene esa percepción, ese toque personal de quien descubrió el aspecto vivencial del camino y la magia de cada uno de los destinos.

Fue en ese andar donde me llené de momentos e instantes poderosos que han ido esculpiendo mi vida. Y, como todos los soñadores, a ser consciente de que en ese cincelado lo primero que se reestructura es el propio andar.

Permanecer enfocada me llevó a tener vastas experiencias y a la convicción de que si tuviera oportunidad de vivir nuevamente repetiría mis aficiones, porque me han llenado mucho y me han dado el trigo para escribir.

El poder abrirme al mundo es lo que me permite dejar una huella. Es lo que me lleva a cuestionar mis fundamentos todo el tiempo y ahondar en mis convicciones. Un proceso bastante enriquecedor.

Ese otro con el que converso en los viajes y que no piensa igual que yo, que hace y vive la vida de otra manera, es la ocasión para mirar mi espacio con apertura, para gestionar qué hacer con el tiempo, en pro de que este sea fecundo.

De lo contrario quedaría fija en el mismo círculo de pensamiento. Cuando te atreves a romperlo, abres la mente, dejas atrás las viejas maneras y te desapegas de esa necesidad de que las cosas resulten con personas que, tal vez, no son parte de tu destino.

Esa es para mí la buena dirección del camino. Eso y la sabiduría de aquel mentor, quien me mostró la manera de caminar por la oscuridad para descubrir mi luz. Quien me enseñó a abrazar mis partes rotas, sacarlas de ese espacio solitario y transformarlas en luz.

Pero, por sobre todas las cosas, quien me hizo ver que cualquier persona puede transformar su vida a partir de volver a elegir lo que piensa, de agregar habilidades y recursos al autoconocimiento para que los resultados sean mejores.

Hay partes nuestras que desconocemos y que se revelan cuando algo nos duele, nos enoja o incomoda, pero abrazar ese malestar es bueno, porque toda esa reacción trae información de uno mismo. Replantearlo es importante para transformarlo.

La creación es inédita, única e irrepetible. Todos caminamos por una senda propia que cada quien tiene en su trazado de vida.

Si fuera a relacionar cómo sobreviví a lo poco grato que me ha pasado en la vida, esa lista la encabezaría la actitud de elegir todos los días.

Eso y el agradecimiento, la fuerza interna, la fe y el enfoque me llevan a diario a entregarme a un proyecto que me nutre, inspira y me da motivación suficiente para estar en él.