El guerrero se quita la armadura y revisa el plan.
- Sissi Arencibia
- 10 abr
- 4 Min. de lectura

Hay un momento en la vida en que el guerrero necesita quitar la armadura que le acompañó durante años. Es ese instante en que siente que Dios teje sus hilos y empieza a manejar voluntades para que la historia feliz se concrete.
En su intenso bregar pasó sucesos de todo tipo. Su temple se pulió en batalla y su entereza se puso a prueba en cada desafío del camino. Pero, cuando se quita su coraza, es porque necesita pasar a una faceta más contemplativa y calmada.

Solo él sabe desde muy adentro, sin que pueda explicar por qué, cómo son de divinos algunos desvíos del trayecto y de qué mágica forma se desata un principio de bendición para que no sienta la soledad de su lucha.
Él ya aprendió que nadie puede mover su hilo de vida. Puede que se lo hayan querido enredar o, incluso, cortar, para que no avance, pero es consciente que una fuerza mayor lo mantiene en balance perfecto.

Su historia lo llevó a desarrollar habilidades para brindarse luz en el caos, incluso cuando sintiera que el universo no se la daba.
También para conseguir metas en medio de espacios torcidos y situaciones adversas. Pero, sobre todo, para seguir adelante cuando sentía que soportaba la carga del mundo en sus manos.
Él ya no permite que alguien encierre esa luz, ni saque provecho de eso, porque es consciente que ese brillo viene de más arriba.
Como guerrero al fin lleva una vida entrenándose para empeños más grandes. Por eso permite sus cambios con amor, conciencia y tiempo divino.
Sabe que hay una paz merecida aguardando, un equilibrio en el orden y también en el caos. No teme empezar de nuevo. Ha vivido todo tipo de aventuras y entiende que hay momentos en que el universo no quiere que sus semillas sean esparcidas en ciertas tierras.

Conoce, porque ya lo experimentó, que el caos se provoca para que reconsidere el camino, reconduzca el andar o la manera en que hacía las cosas. Porque justo esa oposición le da el tiempo para que vea venir otra oportunidad.
Es en medio de esa turbulencia cuando finalmente entiende que las semillas de la creación están fluyendo hacia otro lado y que hay una fuerza protegiendo esa simiente, para que su transformación y cambio germinen en otros contextos.

Sabe que la vida lo está conminando a que revise el plan y por eso el universo bloquea hasta que el guerrero da con la posibilidad real, hasta que pueda ver cómo se desencadenan los eventos de bendición.
Le da el tiempo para sortear su destino y darse cuenta de que este no puede dejarse en manos de otros, muchos menos quedar atrapado en caminos sin salida, en jaulas cautivas, que lo alejan de las oportunidades que tiene por delante.
Cuando se quita la armadura es porque necesita evaluar y tomar decisiones. Es porque ya se convenció de que las semillas que él quiere dispersar por los escenarios de su lucha son muy distintas a las de alguien más y pueden convertirse en mala yerba si no son protegidas por su forma y por su tiempo.

Algo le dice en su interior que tal vez sea él quien ayude a redirigir el camino de otros. Y por eso muy adentro siente que el universo se reordena a petición suya, lo lleva a concentrarse en tareas simples y objetivas para que tome en serio sus caminos, sus cambios, para que nadie decida por él.
Está convencido que los tiempos divinos son perfectos y que la energía del Creador está en él, haciendo que la esfera se mueva hacia el lugar correcto.

Y entonces, se permite el espacio para abrir su mente y trabajar sobre nuevas ideas, para moldear la conducta y tener un enfoque flexible, para apuntalar su infinita fe en el camino, en el cambio y como no, para permitir comprenderse.
Y de esa manera facilita al universo que lo empuje y lo lleve, adquiere la sabiduría para defender lo que realmente funciona y necesita, y se aclara del por qué eso que realmente él quiere, lo quiere a él.

Siente que el camino se abrirá nuevamente en el tiempo correcto, porque, aunque él no es consciente, genera un espiral de cambio de manera divina al ir más allá de lo ordinario.
Identificarnos con la magia del guerrero, entendido como ser de luz, nos lleva a visualizar que en ocasiones lo que queremos necesita otro lugar y otra energía también. Nos hace ver que el universo nos quiere entregar algo mejor.
Tal vez, volver a ese espacio aventurero para que respetes el sueño.
Al quitar la armadura, el guerrero entra en una situación pasajera que le ayuda a liberarse de otras más pesadas.
Siempre habrá fuerzas que lo protegen, para que no ceda a la energía de otros. Lo quieren libre para que aprenda a ser feliz con la simpleza, con el día a día, conectando con las energías del universo de otra manera.

Y ahí es donde finalmente entiende que hay acciones que aunque no comprenda por qué ocurren, terminan por desencadenar una serie de eventos benditos. El cambio y la oportunidad lo harán sentir vivo y radiante de nuevo.

Porque, llegar hasta aquí significa haberlo intentado más de una vez, cosechar frutos con mucho esfuerzo. Hay una fase que se está completando y que de alguna manera lo está llamando a contar la experiencia.
Todo lo que necesitaba cambiar, llevó una alta exigencia de su parte y hasta necesitó mantenerse muy concentrado para enfrentar los desafíos y dominar sus habilidades.

Entendió lo sabio de mover las fuerzas adecuadas, dar los pasos debidos, plantar en buena tierra, y eso significó un esfuerzo, resultado de haber invertido tiempo, recursos y tener un propósito definido.
El guerrero ve venir un tiempo nuevo y abre sus brazos para recibir el vasto caudal que trae el universo, porque llenarse de buenas cosas es lo que siempre aprendió de su maestro.
Profunda reflexión la de este bonito contenido