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Eso que me trae de vuelta al hogar.

  • Foto del escritor: Sissi Arencibia
    Sissi Arencibia
  • 27 nov
  • 4 Min. de lectura

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Tengo la dicha de que mis viejitos guerreros, a la altura de sus ochenta años, vivan para leer esta historia. También de que a mi edad pueda contar con su amor eterno y sean ese anclaje en mi vida, a pesar de la distancia.


Mis padres no me han mostrado todo lo que sé, pero me dieron las alas para alcanzar todo aquello que quise.


Salí de casa muy joven para emprender mi propia búsqueda, pero cuando pienso en el hogar viene a mi mente ese espacio donde eres aceptado, apoyado y querido. Donde tus sueños cuentan. Un sitio seguro, provisto de comida, libros y bicicletas.


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Esas tres cosas identifican el hogar para mí. No porque el mío tuviera ese medio de locomoción en sentido literal, sino porque con un libro y una bicicleta siempre podrás ser una persona libre. Ambas cosas te permiten ir más allá.


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Mi identificación parte de ahí; de ese deseo de descubrir lo que existe donde no alcanza la vista. Y eso siempre estuvo presente en el que crecí.


Bajo nuestro techo no hubo cosas de gran valor, más que nuestros cuerpos y nuestras almas, pero la independencia y los sueños tenían un peso importante.


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Creo que de algún modo mis padres intuían que los hijos vienen con sus propios planes bajo el brazo y al final se convierten en las personas que están destinadas a ser. No solo aprenden las cosas a su manera, sino que están llenos de curiosidad por explorar lo que les rodea.


Eso me llevó a distinguir desde temprana edad lo valioso de la vida. “Si quieres ir a algún sitio, debes llegar a él”. Emprende la marcha y no mires atrás, decía mi madre.


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Eso me hizo afortunada. Me dio libertad y también el espacio para desarrollarme como tal.


Con la bendición de ambos recé para que el camino fuera largo, rico en experiencias y conocimiento. Que me llevara a lograr el equilibrio, pero que -a su vez- me enseñara a pararme sobre sus piedras y me otorgara sabiduría para transitarlo.


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La vida era más simple entonces, pero mis deseos de viajar el mundo se vieron nutridos de la suerte de tenerlos.


Nunca más ha faltado entre mis cosas el espacio para los libros, las bolas del mundo y la imagen de la bicicleta, porque a pesar de que todas son expansivas, a mí me traen de vuelta al hogar. El ideal de camino se forjó allí.


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Sé que para algunos el concepto de hogar tiene connotaciones complicadas e incómodas.


Representa un lugar al que no desean volver o una experiencia emocional con motivos para intentar dejar atrás, pero el mío tuvo un moldeado diferente.


Vengo de uno cálido que durante muchos años fue aderezado con las comidas de la abuela, esa mujer rolliza que nos acunó y protegió mientras crecíamos y hacía de cuantos dulces se le ocurría a diario para complacernos.


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Uno que contó con los cuidos de una tía, para quien no existía nadie más en el mundo que nosotros. Y eso la hacía grande ante nuestros ojos, a pesar de sus resabios. Viviremos siempre para honrar esos dos personajes, que ya marcharon, pero que siempre están en la memoria.


Soy una de tres hermanos sostenidos emocionalmente, aún de adultos, por esos viejitos guerreros.


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Crecimos rodeados de niños y en el juego. Fuimos educados en decir lo que pensábamos durante las comidas, donde no teníamos que cuidar la expresión y contábamos con cierta libertad para ir más allá de las normas.


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Ese enfoque abierto, sin ataduras conservadoras, ni patrones de conducta asfixiantes, nos permitió crecer libres, por lo menos en el seno interno. Mucho de eso intenté aplicarlo en la crianza posterior.


Quería que mi hija siempre se sintiera escuchada, que expresara su parecer sin cohibirse, que explorara con total libertad y que nunca tuviera la sensación de que había que andar de puntillas en su propia casa.


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Tuve que esperar unos años para aquilatar ciertos afectos, para saber cómo algunos terminan por sacarte el sentimiento cuando el mar está de por medio. Por eso, a pesar de los años hay un deseo eterno de regresar a ese hogar, de ir al lugar donde ellos están.


Cuando mis fuerzas flaquean pienso en ese sitio donde siempre encuentro cariño y contención. Donde se piensa, se habla y se debate hasta el cansancio, y donde conecto con esa historia de ancestros y raíces, con una fuerte carga emocional.


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Mis padres son testigos silentes de todo lo que sucede en nuestras vidas, pero siempre tuvieron la sapiencia de mantenerse al margen y dejarnos librar nuestras propias batallas.


No recuerdo un plan, un sueño o un deseo que no fueran los primeros en instigar para que se cumpliera.


En mi caso han sido mi apoyo, la fuente de cordura y esas personas serenas que observan mis defectos sin juzgar.


Ellos llenaron los huecos profundos cuando Marlon se fue y en momentos en que el barco se hundía se aferraron al timón para llevarnos a todos nuevamente a la tranquilidad del puerto. Con todo y sus años sortearon muchas tormentas junto a nosotros.


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Por eso mis ojos todavía se llenan de lágrimas cuando me voy de su lado o los veo ir, porque ellos son ese pilar que nos sostiene. Ellos brindan esa otra perspectiva, la del tiempo vivido, que no es cualquier cosa.


Contar con ellos a mi edad es una gran bendición. Ellos perciben mis estados de ánimo, saben escuchar con atención y destierran mis temores a un rincón. Desde la distancia me ayudan a aquietar el espíritu en muchas ocasiones.


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Sus palabras son tranquilizadoras y, aunque uno quiera dejarlos al margen de cualquier tormenta, ellos siempre están ahí para que los problemas se hagan menores ante nuestros ojos.


Hoy soy consciente de todas las limitaciones con las que tuvieron que lidiar en dinero, espacio, tiempo y privilegios, para poder hacer de nosotros personas de bien, pero eso -por lo menos a mí- me enseñó a valorar lo que tengo.


Tuvieron que economizar en muchos frentes para criar tres hijos, pero eso nos hizo ver la importancia de todas las cosas simples que recibíamos.


Juntarme con ellos me proporciona una sensación de plenitud en un mundo que siempre se me antojará caótico e incompleto. Y cuando ese caos termina por hacerse presente creo escuchar esas voces  lejanas que me dicen: ven a casa, aquí siempre recibirás cariño.


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4 comentarios


estrehernandezfuentes
28 nov

Qué emoción he sentido al leer tu lindo homenaje como hija ,a esas personas q también son una parte muy importante en mi vida ,

siempre en ellos un ejemplo de amor, fortaleza, bondad y unión familiar .

Qué Dios los bendiga siempre.


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aidafuentes1942
aidafuentes1942
27 nov

Sissita, qué hermoso mensaje. Como madre estoy orgullosa de tener una hija tan profesional y que a través de tantos años vividos guarde esos recuerdos tan lindos de su niñez y de la enseñanza recibida de nosotros.

Con el mismo amor y cariño que te dimos desde niña y con ese calor humano que te recibimos siempre, hoy te decimos que siempre regreses y este será siempre tu hogar. Te queremos mucho.😘❤️


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Thaymy Arencibia
Thaymy Arencibia
27 nov

Que belleza Sissita!. Que forma más hermosa de describir a nuestros padres . Así son , los que nos dieron una gran educación , apoyo, protección y un hogar con muchos valores . Gracias a Dios por tenerlos todavía y por haber sido ellos dos .. Ellos son una parte importante en el hogar que construimos .. que Dios los bendiga y les dé larga vida !.

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maytehernandez56
27 nov

Que hermoso todo lo plasmado en esas palabras 🥹! Son mensajes al corazón ❤️ Dios les añada aún más bendiciones a esta hermosa familia 🙏

Editado
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Sobre este blog

Mis pasos han tenido la suerte de andar muchos caminos. Algunos con curvas que me hicieron caer; otros filosos en los que superé pruebas dolorosas y muchos gratificantes, que me llevaron a cumplir el sueño de explorar el mundo. Leer más.

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