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La transformación personal es un rayo cálido en la soledad del invierno.

  • Foto del escritor: Sissi Arencibia
    Sissi Arencibia
  • hace 4 días
  • 5 Min. de lectura

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Había una verdad punzante que yo necesitaba reconocer antes de que el puzle se completara y era lo dañino de comunicar desde las heridas. Esa era, quizás, la última pieza que faltaba por encajar antes de que un largo ciclo en mi vida se cerrara definitivamente.


Como persona acostumbrada a las regeneraciones y que no le teme a lo profundo ni a los rigurosos vaivenes de la vida, salgo al mundo con mi verdad para desde este espacio excusarme por el peso de mis palabras.


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Ser consciente de esa verdad me lleva a responsabilizarme y eso es trascendental para liberarme, para desprenderme de una piel que ya no me habita, ni me representa, para dejar atrás una historia que por años sostuve, sin permitir que mi espíritu se curara del todo.


Y con este acto asumo el compromiso de aprender a hablar con más compasión en el futuro. Lamento haber podido herir a alguien más sin ser consciente.


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Días atrás mi brújula interna se activó cuando alguien me mostró con intensidad y sin disfraces lo concluyente de eso, cuando me instó a que me escuchara. Por vez primera pude ver el daño que causaba.


Lastimé sin querer, pero eso me hizo ver la cara de alguien muy allegado a mi entorno. El que esa persona cortara la niebla, me empujó a hacer espacio, a ventilar emociones atrapadas, a dejar de repetir viejas narrativas.


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Lo que fue dicho no vino a destruir, sino a revelar, porque había una estructura que se sostenía sobre silencios, sobre lo que no se dijo, sobre lo que se evitó. Y esa incomodidad se callaba, dando la sensación de no poder confiar del todo.


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Para mí fue liberador, porque necesitaba escuchar esa verdad en voz alta. Oírla, no desde la rabia, ni desde el pasado, sino desde la adulta que soy hoy. En ocasiones, el universo habla de formas inesperadas.


Sabía dónde buscar la causa. Era resultado de una emoción que ardía en mi campo energético, que no nutría, pero ocupaba espacio en mis pensamientos, sin quererlo.


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Y eso me empujaba a mirar con ojos nuevos lo que antes miraba con nostalgia. Disolver lo que aún quedaba como rezago para dar un cierre definitivo, buscando un nuevo modo de estar, de elegirme.


Estaba lista para entender el sentido profundo de todo eso. No podía continuar repitiendo, parchando. No estaba a tono con el proceso en el que estaba. Lo que dolió en un momento me preparó para esto.


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Debía mudar la piel, porque era consciente que las heridas te marcan, pero no te definen.


Tenía todo claro, casi todo había sido revelado. Lo de ahora era una purga emocional, pero esta vez me mostraba que por fin lo que dolía comenzaba a cicatrizar.


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Escuché con calma y entendí de una vez por todas. Me ocupé de trabajar para soltar ese peso, decidiendo desde mi poder, no desde la herida. Me hice el cargo de que en lo adelante no juzgaría sin fundamentos.


Aceptar la transformación personal es de valientes. Es un gesto generoso para con uno mismo, un rayo cálido en la soledad del invierno, algo necesario para mantener la vibración limpia y el principio de abundancia interna.


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Era consciente de mi valor personal. Y eso me hacía estar bien, en paz y armonía para sostener los vínculos.


Mi caminar es ligero, porque ya no cargo con culpas que no tienen sentido. El juicio conmigo misma se torna ahora en compasión. Por eso no se me hizo difícil escribir esta semblanza.


Desde la elección y la necesidad, me hago cargo de todo aquello que deba cambiar y mejorar para que los vínculos se vuelvan sanos y fuertes, pero sin volverme solitaria ni reprenderme. Tampoco juzgarme.


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En el viaje hacia mí misma transité un camino que ahora me exigía menos ruido y más pausas, menos exigencia y más cariño, y con esas pequeñas modificaciones, me sentía bien.


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No me cabe duda que la vida es sabia. Retira todo lo que no sostiene tu evolución. Mi travesía interior me cambió al punto que ahora honro por sobre todas las cosas mi verdad y mi camino.


Y ese tampoco me dejaba olvidar que la manera de comunicar había sido siempre uno de mis mayores desafíos. A veces ni los cercanos tienen idea del proceso que se gesta en mi interior para manejar las ideas, aunque tenga claro el norte.


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La cualidad fija que me define hace que los demás te vean actuar de una manera un poco visceral y tajante en ocasiones, pero esa es la manera particular de poder procesar el cambio y tomar una decisión al respecto.


Para llegar a una posición más flexible, los que tienen la octava posición en la rueda, como yo la tengo, necesitan pasar todo un proceso de discernimiento y autoevaluación de cómo permean las energías a su interior.


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Aunque somos el signo de la transformación, nos cuesta hacerla por la cualidad fija que tenemos y esa es la paradoja. Nos gusta tener las cosas contenidas y estables, tendemos a buscar la estabilidad emocional en todo, pero el espejo de nuestras vidas es manifestar cambios por medio de experiencias y de personas.


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Eso es lo que nos lleva a los procesos de catarsis y a que estemos cambiando de conciencia constantemente en las diferentes etapas de la vida.


Conocerme me hace saludar esta nueva versión, la cual se gestó con paciencia y en silencio.


Atrás quedaba un tiempo de introspección, de estar en solitario, donde revisar el pasado fue valioso, pero ahora se exigía mirar al presente y permitirme sentir sin máscaras.


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Lo que ahora percibo es el fruto de un proceso largo que alumbró una nueva forma de estar en el mundo.


La anterior se aleja, sin necesidad de empujarla. Hay una energía limpia que tira hacia delante, sin forzarla, como cuando el alma se alinea al propósito y la vida empieza a fluir en consecuencia.


La confusión ha cedido por fin, lo que me drenaba se marcha, y todo se ordena. Hasta las enseñanzas más profundas tienen un reacomodo que te cambia la perspectiva. Creo que mi casa de propósito se está reactivando.


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Y como en este justo momento lo que se me da bien es escribir, porque es parte de eso que hago con el alma, como una especie de hobby y pasatiempo, heme aquí desnudando y sacando a la luz hasta mis emociones más retorcidas.


Ahora convencida de que eso que fluye es mi verdad y al darle luz, tal vez consiga ayudar a otros a encontrar belleza. Esa que está en los brotes y en las flores de primavera.


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1 comentario


marian bouzón
marian bouzón
hace un día

Muy buena reflexión, es increíble como los seres humanos actuamos, muchas veces sin darnos cuenta, desde las heridas. Libramos batallas internas en donde permitimos que nuestra historia de vida marque el rumbo de las acciones.

Aquellas dagas que fueron clavadas en nuestro pecho alguna vez duelen solo cuando alguien las toca, precisamente ese es el propósito de nuestros seres queridos. Recordarnos, a veces a las malas, lo que falta por trabajar. Muchos pacientes me preguntan: Cómo se lo que tengo que trabajar? La respuesta es simple, lo que aún duele. Me gusta siempre poner el ejemplo de una lesión física, la cual sin importar cuanto la protejamos, siempre recibe todos los golpes, la podemos tapar, pero si no la limpiamos…

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Sobre este blog

Mis pasos han tenido la suerte de andar muchos caminos. Algunos con curvas que me hicieron caer; otros filosos en los que superé pruebas dolorosas y muchos gratificantes, que me llevaron a cumplir el sueño de explorar el mundo. Leer más.

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