Volar con esa visión de águila que Dios espera de mí.

Impulsar al mundo desde mi caminar, es uno de los principios que mueve mi engranaje de vida. Es uno de los más sólidos propósitos detrás de este espacio creativo, donde me refugio para encontrar algo auténtico entre tanto ruido.

Hace algunos años, la suerte de mis pasos me llevó a cruzar los límites con un salto de fe y a abrir las puertas a esa luz que me habita para actuar y vivir desde mi esencia. Creo que no ha habido vuelo más alto que este para mí.

Sacar los talentos que nos definen y hacen único me permitió renacer a la vida y me llevó a descubrirme.

Con la palabra y a través de ella aprendí a ser y también a estar.

Escribir para los otros me dio el conducto donde reflejar mis pasiones y desvaríos, mis fortalezas y fracturas, donde hablarme continuamente para sacar ese torrente interior hacia fuera.

Ese era un reto para mí. Vivir hacia fuera en la virtud de ser uno mismo y ser capaz de expresar esa riqueza interior al mundo sin levantar murallas de contención, era un desafío mayúsculo.

Soy un signo de polaridad negativa, vinculado con la receptividad, la reflexión y la introspección, con altos grados de sensibilidad emocional y asociado a lo interior, a trabajar más hacia dentro y a producir crecimiento en ese espacio.

Es de entender que, dada esa razón, mis intereses se enfocan en lo que puede lograrse ahí, en lo que puedo sentir, en los efectos de una experiencia personal que atrae, recibe, acepta, transforma y se convierte en materia formadora.

Por eso, intentar vivir hacia fuera era una especie de meta. El entorno y su interacción es más complejo en alguien con un tipo de energía como la mía, definida entre la imaginación, la fantasía, la creatividad y el mundo extrasensorial.

Esencialmente sensible e interesada en las relaciones humanas y el complejo mundo de sus conflictos, era básico que caminara hacia la otra dirección para complementarme, que hallara una nueva manera de conectar con las cosas.

Y el descubrimiento de esa necesidad me llevó a revolucionar mi mundo.

Aprender a manejarme de otra manera me puso en perspectiva la idea de tomar un proyecto de envergadura social. Mi nodo norte, ese punto astronómico que simboliza la dirección hacia la evolución y el destino de un individuo, marca eso.

Trabajar en una nueva forma de conectar me trajo de cara a un presente donde prima una actitud más optimista y liviana para disfrutar la vida. Incorporó en mí la capacidad para superar obstáculos y trajo sanación al corazón.

Transitar hacia el camino que quiero pulió mis dones y me llevó a revisar patrones y sistemas de creencias. Cultivó mi resiliencia, me llevó a valorar las pequeñas cosas y a confiar en lo que no se puede ver.

También el volar en diferentes direcciones y cambiar de rumbo desarrolló la capacidad de adaptarme a las circunstancias para poder disfrutar mejor el camino.

De tanto trabajar con la energía, salió de adentro la capacidad de enseñar a otros a descubrir el poder para cambiar su realidad y la dirección del trayecto.

Aprendía y transmitía, al propio tiempo, la manera de fluir, crecer en fe y madurar en la seguridad en uno mismo y en el amor propio. Y con esa especie de reprogramación interior iba labrando un camino prometedor.

Cuando encauzas talentos y habilidades en función de los otros, ayudas a las personas a evolucionar, pero también remueves toda clase de cosas y descubres un nuevo impulso.

Eso me trajo y me trae camino, visión, pero también abundancia y progreso.

Usar la palabra para ayudar a otros a sostenerse en sus vidas, enseñarles a usar sus propios recursos para evolucionar de forma consciente, trae un progreso acarreado, y la vida se encarga de que yo pueda visionar esa verdad.

Mi desafío no tiene que ver con lo que hago, sino con esa nueva antena con la que me conecta el hacer lo que hago.

Porque ya entendí que esa estrella que persigo es mi despertar. Una nueva conexión con ese espíritu supremo que me habita y me mueve a encontrar la paz dentro mío para que los cambios que se produzcan puedan satisfacerme.

A través de este blog activo mi mundo. Me doy el tiempo para depurarme como un ser genuino y conectar con el plan mayor.

Vivo desde otro ritmo, sin mayores obligaciones, respetando los tiempos. Ya no me exijo, ni hago nada por cumplir con los otros. Actúo de forma diferente, porque mi evolución me lo está pidiendo.

Ya sé cómo acarrear los palos para llegar a la montaña y aunque tengo mis pujas, nada que ver con lo que experimentaba tiempo atrás. Ahora tengo clara la dirección a seguir y el entendimiento de lo trascendente de un ciclo vivido.

Compartir eso que sé, la experiencia de mi camino personal, es lo que da sentido a mi vida en el momento presente. Es lo que intuyo me dará el beneficio en el futuro y me llevará a un nuevo nivel de realización.

Avanzar por ahí tiene mucho de concreción y de cierre, de recibir la verdad sobre situaciones disímiles, de tener la energía abierta y receptiva para amplificar la conciencia.

Hay una nueva línea de tiempo en el empeño de convertirte en un nuevo personaje. Y en ella quedan atrás los oleajes, las altas tormentas y ese estado de no sentirte enérgico y en equilibrio.

Pero esa visión no llega de la noche a la mañana. Para entrar con la frecuencia adecuada a un nuevo ciclo, hay que haber pasado un proceso de purificación y arder en la hoguera muchas veces para renacer.

Contribuir con eso que a ti te costó para dejar tu semillita en el mundo, es lo que genera progreso y por lo menos a mí me hace volar todos los días hacia puertos claros con esa visión de águila que Dios espera de mí.