Toledo es una ciudad que lleva su historia a la vista.

De Madrid viajé a Toledo buscando el origen, porque esa antigua ciudad, localizada a unos 70 kilómetros al sur, fue la primera capital de España y es el prototipo de asentamiento que conserva murallas y vestigios medievales.

Es una ciudad que desafía al tiempo, porque gobernó España en su día y dejó una huella que nunca se borró. La fe, la política y el arte se encontraron en ella, y de ahí surgió algo único: un rastro de mezquitas, sinagogas y fortalezas que la definen.

Conocida como la ciudad de las tres culturas, Toledo tiene poco más de 80 mil habitantes y es uno de los sitios patrimoniales más notables de España, además del más visitado de los alrededores de Madrid.

Allí no puedes ahorrarte la cuesta, pues para conocerla hay que marchar desde la vertiente del río Tajo y traspasar una serie de puertas, hasta llegar al final de la empinada ladera, bordeando la muralla.

Con marcada influencia morisca y una posición estratégica clave, su atractivo es haber preservado su configuración histórica.

La colina donde se alza Toledo ofreció siempre equilibrio táctico, tierras fértiles y control sobre el paso del río.

Está ubicada al margen del Tajo, un río largo que la rodea y que desempeñó roles económicos y simbólicos a lo largo de los siglos, pues movía molinos, regaba campos y marcaba una frontera entre culturas.

Eso hizo de Toledo un lugar con valor para el comercio e ideal para la vigilancia del altiplano central de la península ibérica.

Construida sobre una colina rocosa que se eleva a más de 500 metros sobre el nivel del mar, la estructura urbana de la ciudad se adapta al relieve, regalándonos una panorámica amurallada, con una posición marcadamente defensiva.

Albergó comunidades diversas, cuyas huellas dejaron marcas en el trazado, dando como resultado una ciudad que lleva su historia a la vista.

En ella convergen hoy una catedral gótica, una mezquita del siglo X y dos sinagogas.

Inicias el paseo por las callejuelas cruzando en primer lugar la Puerta de la Bisagra, luego otra que te conduce a la entrada en la época de los musulmanes, llamada Puerta del Cristo de la Luz, y al final otra llamada Puerta del sol.

Allí está un tramo de la antigua calzada romana y la mezquita del Cristo de la Luz, perteneciente a la época califal, con frescos muy bien conservados, arcos que se entrelazan, y una arquitectura de ladrillos, típica del lugar.

Todas esas puertas nos llevan a la plaza de Zocodover, la cual ocupa el lugar donde a lo largo de la historia se instalaban los mercadillos en Toledo y desde donde parten las estrechas calles que te llevan al corazón del casco antiguo.

Esa es la zona comercial y, como es propio de toda ciudad española, la plaza es el centro de los poderes administrativos y eclesiásticos (el Ayuntamiento, el palacio arzobispal y su catedral).

Restos cristianos, musulmanes y judíos hacen que en el lugar sea normal percibir que un determinado sitio tiene la impronta de varias culturas, como es el caso de la Sinagoga de Santa María la Blanca que parece más una mezquita que una sinagoga.

Toledo es una de las ciudades más antiguas de Europa. Es muy típico encontrar allí todo lo que son espadas, armaduras, cuchillos y restos de un legado histórico apreciado por todos los visitantes que la recorren.

También quesos, mazapanes y toledanas, entre las cosas más famosas del sitio.

Una vez que sales de su fuerte amurallado y de las calles empedradas, siguiendo el curso del río Tajo, finalizas en los miradores, con las mejores panorámicas de Toledo, capital de la meseta castellana.

Esas espectaculares vistas son lo mejor de esa escapada, por donde yo dejé España.

Un país mediterráneo que, como todos los colindantes con ese tramo del mar, fue habitado por fenicios, cartagineses, griegos, romanos, musulmanes, pueblos antiguos que dejaron huella en la historia, en el arte y en el alma de la nación.